Verano 2020. Pandemia.
Mucho tiempo en casa con los niños.
Si tienes hijos, ya sabes de qué hablo. Nos tocó hacer de maestro/a, de bedel, hasta de carcelero.
Buscando una forma para que todos sacáramos provecho de aquello, se me ocurrió que podía ser una idea interesante crear un libro juntos. De esa forma, ellos verían todo el proceso de creación, desde la idea hasta tenerlo en mano, impreso.
Karlos, mi hijo pequeño, sugirió que lo hiciéramos sobre pulpos. El pulpo es su animal favorito ????
Yo no tengo su misma pasión para el animal, pero también a Eneko, mi hijo mayor, le pareció buena idea, así que nos pusimos manos a la obra.
El mismo día Karlos ya había dibujado una portada y tenía hasta el título: “la aventura de la naturaleza”.
Me costó un poco explicarle de que había que preparar una planificación detallada, esbozar un guión, redactar los textos, decidir el formato y un sinfín de cosas más. Y en efecto había tantas tareas, que terminamos por abandonar el plan. El confinamiento terminó, volvimos a estar atareados como antes o más, ya te puedes imaginar…
De vez en cuando retomábamos el plan, hacíamos algo (Eneko preparó el guión conmigo, yo ensamblé los textos, Karlos los revisó) pero volvíamos a abandonar. Nuestro plan preveía muchas ilustraciones, demasiadas: era una tarea que nos superaba.
Sin embargo, gracias a esos avances pequeños, un día me di cuenta que habíamos llegado hasta un punto donde parecía que ya no tenía sentido abandonar. Teníamos material hecho suficiente como para confiar en que podríamos terminarlo.
La realidad es que faltaba todavía bastante: tuve que centrarme exclusivamente en este proyecto de álbum ilustrado y dejar a un lado cualquier otro trabajo durante 3 meses para conseguir terminarlo…
Al principio me costó mucho decidir si las ilustraciones del libro iban a ser dibujos de mis hijos o si me iba a encargar yo de esa parte. Terminé por optar por la segunda opción (y por eso tardé tanto en acabar) por 2 razones:
- es difícil conseguir que unos niños se centren lo suficiente como para producir más de 60 dibujos, y tampoco era plan de meterles presiónç
- quizá el álbum podría resultar más interesante también para otros si tenía una apariencia más profesional.
Así que me limité a añadir unas muestras de sus dibujos al final del libro.
El trabajo ha sido más duro de lo esperado – considerando que parte de mi trabajo consiste justamente en maquetar y diseñar libros para otros – pero ha merecido la pena: los niños – que ahora, más de 2 años después, ya tienen 9 y 11 años – están orgullosos con su trabajo y yo también.
Karlos estuvo 4 días leyendo y examinando el libro con mucha atención para ver si había erratas, y encontró 3 que no solo se me habían escapado, sino que eran realmente difíciles de detectar. De hecho, estoy seguro que yo no las habría encontrado.
Ha sido bonito trabajar juntos. Y aquí viene el aprendizaje práctico. De no haber sido porque de alguna forma me había comprometido con mis hijos, nunca lo habría terminado. Nunca.
No tenía mucho margen para procrastinar: el pulpo es el animal favorito de Karlos ahora que es pequeño. Sacar este libro dentro de unos años no habría sido lo mismo, probablemente no habría tenido sentido.
Y llevaba años soñando con publicar un álbum ilustrado pero nunca había conseguido sentarme para empezar a hacerlo.
Así que el aprendizaje es para mí DESCOMUNAL. Y un aprendizaje práctico: si quieres lograr algo complejo, asóciate con ellos, comprométete, pon en juego tu pellejo.
Yo quería enseñar a mis hijos que materializar una idea era posible.
En el proceso, aprendí más cosas, que te pueden interesar, sobre todo si te gustaría autopublicar tu propio libro. Te las contaré en uno de los próximos correos.
De mientras, te dejo con el booktrailer que hice del álbum ilustrado, que, por cierto, se titula “Mi libro sobre PULPOS”:
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